domingo, 7 de marzo de 2010

LOS NIÑOS Y NOSOTROS / NOSOTROS Y LOS NIÑOS

Siempre ha sido tanto para padres y maestros un tema de controversia la formación y educación de los niños. Hace muy poco escribía sobre el premio y el castigo, y por supuesto esto generó reacciones naturales y claro a lo largo de la historia hemos podido conocer de qué manera se han empleado formas y estrategias para “controlar” o “formar” las conductas de los niños.
Los estudios del niño sustentados en los planteamientos de J. Piaget señalan sobre los sentimientos y los juicios morales que uno de los resultados esenciales de las relaciones afectivas entre el niño y sus padres o los adultos que hagan sus veces es engendrar sentimientos morales específicos de obligación de conciencia .
Bovet según él la formación del sentimiento de obligación está subordinada a dos condiciones: intervenciones de consignas dadas desde el exterior, es decir órdenes de cumplimiento indeterminado; y la aceptación de estas consignas, que supone la existencia de un sentimiento sui generis de quien recibe la consigna por quien la da, porque el niño no acepta consignas de cualquiera, como de un muchacho mayor o de una persona indiferente. Ese sentimiento, según Bovet, es el de respeto, compuesto por afecto y de temor; el afecto por sí solo no sería suficiente para entrañar la obligación, y el temor por sí solo únicamente provoca una sumisión material o interesada. Continua diciendo, pero el respeto comporta a la vez afecto y una especie de temor unido a la situación del inferior respecto al superior, y basta entonces para determinar la aceptación de las consignas y, en consecuencia, el sentimiento de obligación
Sin duda de acuerdo a los planteamientos mencionados se trata de un respeto unilateral, que describe también lo que Piaget estudia y que denomina Heteronomia, sin embargo, este tipo de respeto es fuente del sentimiento de deber, propicia en el niño la obediencia.
Nosotros los adultos buscamos con relación a los niños, precisamente, que nos obedezcan, que nos presten atención y que hagan o dejen de hacer aquello que como adultos les solicitamos, naturalmente, no siempre encontramos la respuesta esperada en ellos.
En el hogar como en el aula, tenemos bajo nuestra responsabilidad la formación y educación de los niños. Todos deseamos que los niños desarrollen su personalidad, su inteligencia, sus valores y que muestren actitudes positivas como personas de bien.

¿Cómo lograrlo?
Estoy convencido que no existe una fórmula única y menos que una persona la tenga. Las citas iniciales de Piaget y Bovet, nos abren un espacio interesante de investigar y de reflexión. ¿Estará la clave allí para tener hijos y estudiantes “adecuados” tomando en cuenta este binomio Afecto- temor? Sin duda a equivocarme, debo entender el temor no como la amenaza permanente, sino como aquel sentimiento que provoca el adulto en el niño. El adulto es una persona de mayor dimensión física, de mayor tono de voz, de movimientos más gruesos y a veces toscos, de actitudes y variaciones en su temperamento, por tanto, desde la percepción del niño, una persona que puede producir “temor” hasta que su cercanía y demostración de seguridad y afecto van cediendo paso a otros sentimientos por parte del niño hacia el adulto.
Pero, como ya lo hemos mencionado, no se trata de cualquier adulto, se trata de una persona significativa, que tiene y sostiene una relación cercana, que comparte espacios en el hogar o en la escuela y que además representa un conjunto se simbolismos que denotan afecto o cercanía hacia él.
A pesar de ello, el adulto sigue siendo esa persona que aunque demuestra sentimientos y seguridad en el niño, no ha dejado de tener voz grave y otras características que pueden resultar “amenazantes” para todo niño.
Trato de explicar la dinámica del binomio en cuestión. Una vez más se nos abre la reflexión y la controversia, si antes hablamos del “premio – castigo”, hoy hablamos de “temor - afecto”.

Diera la impresión que la formación y educación de los niños está marcada por estos binomios que además de generarnos conflicto y discusión, nos producen cierta incomodidad intelectual y moral.

Jean Piaget. Psicólogo y educador Suizo (1896 – 1980)
Pierre Bovet, Piscólogo y educador Suizo (1878 – 1965).

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