La pandemia ha puesto en evidencia qué tan preparados estamos como
personas humanas, es decir, qué tanto de humanidad está presente en cada uno de
nuestros actos.
Hemos sido testigos del lucro con el oxígeno, con las medicinas, con los servicios de atención de salud (clínicas), hemos presenciado la disputa sobre la comercialización de vacunas como una exigencia a la libertad de comercio de algunos sectores comerciales privados. En el inicio de la
pandemia pudimos observar el acaparamiento de víveres y materiales de aseo y limpieza. La
pandemia ha puesto en evidencia, la indiferencia ante la protección de la salud
y de los demás, hemos desafiado todo, o casi todo, omitiendo protocolos sanitarios, sobrepasando
el aislamiento. Hemos engañado para poder hacer lo que estimamos conveniente,
hemos agredido a quienes han querido respetar y no san solicitado respetar la
salud y la integridad, y muchas situaciones similares. ¿Qué ha pasado con nosotros?
No obstante, también hemos apreciado la enorme generosidad, la ayuda, la
colaboración, la solidaridad de muchas personas, ayudando y colaborando con las
poblaciones más vulnerables, personas que respetan y cuidan la integridad y la
vida, pero debo decirlo, en mi percepción, quizá son insuficientes y debemos
ser más, muchos más. ¿Por qué estas personas si son así?
Con frecuencia se afirma acerca de la importancia de la familia y la
educación, no cabe duda de la importancia de ambas instituciones, pero luego
nos lleva discutir con quién empezar o en cuál colocar la mayor preocupación.
La siguiente afirmación seguro será generadora de crítica, pero cada vez estoy
mucho más convencido: debemos empezar por la educación, por una educación que
eduque para la vida y en la vida. Para justificar mi afirmación, diré que a muchos,
quizá la mayoría de los que hoy son madres, padres y cuidadores, pasaron (pasamos) por la
escuela, pero la escuela que conocemos desde hace varias décadas, no se ocupa
de la vida misma, sino de los conocimientos formales que han ocurrido y ocurren
la vida. La vida, es mucho más que ello, y la vida trasciende las formalidades
del saber científico, aunque éste trate de explicar todo. Una educación para la
vida traspasa las puertas de la escuela, abre las puertas para que la vida
entre y los estudiantes salgan a la vida.
Para entender la vida, la convivencia en los actuales contextos, me
permito referirme a las ideas de Edgar Morín, y tomaré dos ideas que son
centrales en esta necesidad urgente de educarnos para la vida, con un sentido
humano, porque eso es lo que necesitamos hoy y desde siempre. Me refiero a la
condición humana y la comprensión.
La condición humana
Señala Morin (2016,
pp.122-124) enseñar la condición humana no figura en los programas escolares y
si se aborda será tangencialmente o está disperso en una diversidad de áreas
curriculares, por mi parte señalo que llama la atención que lo humano no se
aborda con profundidad por ejemplo en las artes o en la filosofía. La principal preocupación del pensamiento
siempre fue lo humano, lo humano en sus problemas propios de su ser y de su
existencia, lo humano con relación a lo social o su mundo exterior. Para formar
personas humanas, debemos aportar desde la educación, la identificación de lo
humano en todo el quehacer y a lo largo de la historia desde la evidencia de su
aparición en la tierra.
Si observamos los grandes
desafíos que tenemos como parte de una sociedad, y que son reflejados al mismo
tiempo en nuestras propias instituciones educativas, dan cuenta de la
complejidad de la convivencia, los agravios, desconfianzas, violencia,
intolerancia apuntan a una deshumanización y no a lo contrario. De allí, la
importancia de encuadrar estas primeras nociones a comprender a profundidad que
vivimos dentro de una diversidad, pero somos la misma especie humana, no
podemos soslayar, no puede pensarse en una separación o discriminación entre
nosotros mismos.
Dice
Morin “el ser humano es a la vez físico, biológico, psíquico, cultural, social
e histórico. Y es esa unidad compleja de la naturaleza humana lo que se halla
desintegrado en la enseñanza por asignaturas, de ahí que se haya hecho
imposible a aprender lo que significa ser humano. Es preciso entonces restaurar
dicha unidad, de tal manera que toda persona, esté donde esté, adquiera
conocimientos y consciencia tanto de su identidad singular como de su identidad
común con todos los seres humano” (2016, pp. 122-123)
Cito nuevamente a Morin, años antes a Morin, quien años antes en la obra "Sietes saberes necesarios para la educación del futuro" ya había afirmado acerca de la gran importancia de lo humano para la educación, nos dice: “El humano es un ser plenamente
biológico y cultural que lleva en sí esta unidualidad originaria. Es un super y
un hiper viviente: ha desarrollado de manera sorprendente las potencialidades
de la vida. Expresa de manera hipertrofiada las cualidades egocéntricas y
altruistas del individuo, alcanza paroxismos de vida en el éxtasis y en la
embriaguez, hierve de ardores orgiásticos y orgásmicos; es en esta hiper
vitalidad que el homo sapiens es también homo demens. El hombre es pues un ser plenamente
biológico, pero si no dispusiera plenamente de la cultura sería un primate del
más bajo rango. La cultura acumula en sí lo que se conserva, transmite,
aprende; ella comporta normas y principios de adquisición. (…) El hombre sólo
se completa como ser plenamente humano por y en la cultura. No hay cultura sin
cerebro humano (aparato biológico dotado de habilidades para actuar, percibir,
saber, aprender), y no hay mente (mind), es decir capacidad de conciencia y
pensamiento sin cultura. La mente humana es un surgimiento que nace y se afirma
en la relación cerebro<->cultura. Una vez que la mente ha surgido, ella
interviene en el funcionamiento cerebral con efecto retroactivo. Hay entonces
una triada en bucle entre cerebro <-> mente <-> cultura, donde cada
uno de los términos necesita a los otros. La mente es un surgimiento del
cerebro que suscita la cultura, la cual no existiría sin el cerebro. (2000,
pp.23,24)
Alain Touraine (2014) señala en su obra ¿Podremos vivir juntos?, la
necesidad de concebir una escuela para el sujeto, haciendo énfasis en la
necesidad de pensar en sus necesidades y demandas, una escuela para la
comunicación, interpreto, como la búsqueda del entendimiento a través del
reconocimiento de nuestra validez como interlocutores, una escuela
democratizadora, que no solo eduque en democracia, sino que gestiones
democráticamente, lo que implica establecer espacio y canales de participación
para toda la comunidad educativa. No sería adecuado hablar de convivencia y
ciudadanía, si los moldes de nuestras instituciones discriminan bajo algún
criterio.
La comprensión
Morin recomienda que en
las escuelas se enseñe, leo, se forme a las personas en la comprensión. ¿Cómo
desarrollar la convivencia y la ciudadanía en nuestras instituciones educativas
sin comprendernos? Para Morin “La comprensión es al mismo tiempo medio y fin de
la comunicación humana. Ahora bien, la educación para la comprensión está
ausente de nuestras enseñanzas. El planeta necesita comprensiones mutuas en todos
los sentidos. Teniendo en cuenta la importancia de la educación para la
comprensión en todos los niveles educativos y en todas las edades, el
desarrollo de la comprensión necesita una reforma de las mentalidades. Tal debe
ser la tarea para la educación del futuro.
La comprensión mutua entre humanos, tanto próximos como extraños es en
adelante vital para que las relaciones humanas salgan de su estado bárbaro de
incomprensión. De allí, la necesidad de estudiar la incomprensión desde sus
raíces, sus modalidades y sus efectos. Este estudio sería tanto más importante
cuanto que se centraría, no sólo en los síntomas, sino en las causas de los
racismos, las xenofobias y los desprecios. Constituiría, al mismo tiempo, una
de las bases más seguras para la educación por la paz, a la cual estamos
ligados por esencia y vocación. (Morin,2000)”
Morin (2016, pp. 16-17)
establece que existen dos comprensiones:
Intelectual y humana. La comprensión intelectual, es aquella que
comprende el sentido de lo que dice el otro, comprensión de sus ideas, de su
visión del mundo, y que advierte que siempre está amenazada por los “ruidos”
existentes entre el emisor y el receptor. Vale decir, la existencia de
prejuicios, ideas anticipadas, creencias, así como por la polisemia, además de
los contextos. Y la otra es, la comprensión humana, dice que tiene una parte
subjetiva irreductible, es medio y fin al mismo tiempo. Cito “Aquí hay que
tener en cuenta la diferencia entre explicar y comprender. Explicar es
considerar a una persona o aun grupo como un objeto y aplicarle todos los
medios objetivos de conocimiento. La explicación puede bastar a veces para la
comprensión intelectual u objetiva, pero siempre resulta insuficiente para la
comprensión humana. Esta última requiere la identificación y la proyección de
sujeto a sujeto” ejemplifica planteando la situación de un niño, al que ve
llorando, dice Morin, lo comprenderé, no midiendo el grado de salinidad de sus
lágrimas, sino recordando mis disgustos infantiles, identificándolo conmigo e identificándome
con él. Cierra esta reflexión afirmando que “La comprensión humana, siempre intersubjetiva, exige abrirse al
otro, empatía y simpatía” (Morin, 2016, p.65)
Cierro estas reflexiones, proponiendo que trabajemos de manera
sostenida estas dos dimensiones: reconocer y valorar la condición humana y
desarrollar nuestra comprensión racional y nuestra comprensión profunda del
otro. Quizá si se convierten en firmes propósitos educativos, podamos mejorar
las condiciones sociales y emocionales en que esta pandemia nos ha colocado.
Referencias bibliográficas
Morin, Edgar (2016) Enseñar a
vivir. Manifiesto para cambiar la educación. España: Paidós
Touraine. Alain (2014) ¿Podremos vivir
juntos? 2da ed. México: Fondo de cultura económica.