Eran aproximadamente las ocho de la mañana cuando pasé por la puerta de una reconocida institución educativa pública en una ciudad al sur del país, y ví que algunos estudiantes se encontraban fuera de la escuela, ¿la razón? habían llegado tarde. Ellos relataron que luego de algunos minutos los harían ingresar pero que dentro del colegio los esperaban para hacerlos formar a todos en filas. Luego de ello, les ordenarían hacer "ranas". Cunando uno de ellos describió tal situación, a mi mente acudieron recuerdos de hace más de 30 años y pude visualizar con claridad lo que sucedería cuando estos muchachos se encontrásen dentro de la escuela. Recordé las varas blancas en manos de los brigadieres y de algunos profesores que marcaban las órdenes e instrucciones "militarizadas". La descripción de los muchachos continuaba, acotaron que la situación no terminaba con los famosos saltitos de ranas, sino que además se concluía con una vuelta al patio caminando como “patos” manteniendo la pocisión de cuclillas. Aquel que no cumplía las órdenes era sujeto de pequeños golpecitos con la vara blanca, por decir lo menos.
Por varios minutos quedé pensando, que, a pesar de los grandes cambios educativos, las propuestas de política educativa, planes y proyectos educativos, innovaciones tecnológicas, y todo aquello que nos hace creer que vivimos una era difenerte y moderna en educación, no es tan cierto y que casi nada ha cambiado. Estaba paralizado de saber que en 30 años transcurridos, era casi la misma situación que hemos vivido muchos de nosotros que estudiamos en las grandes unidades escolares para varones.
Paradógicamente, hoy en día, cuando se conversa o discute académicamente con los docentes, casi por unanimidad, coinciden en la importancia de formar valores éticos y morales en nuestros estudiantes; los diagnósticos en las escuelas recalan en la mayoría de los casos en una “ausencia” o “crisis” de valores y por tanto casi todas las escuelas públicas y privadas, señalan como una necesidad orientar una formacion educativa hacia estos valores.
Hoy en día la mayoría de Regiones del país y de escuelas cuentan con sus proyectos educativos, en los cuales están escritos los valores en los que se cree y en los que se deberá trabajar educativamente, se entiende que éstos fueron propuestos y consensuados de manera participativa y democrática. Vale decir, se cuenta con documentos orientadores de la educación que se desea, que se ofrece a la sociedad y que sobre los cuales podemos pedir cuenta.
La pregunta surge entonces ¿solamente estamos cumpliendo con la formulación de los proyectos educativos sin que haya una plena consciencia de lo propuesto? O ¿Es que la costumbre o tradición de “disiciplinar militarizadamente es el valor más importante, que orienta nuestra decisiones educativas por encima de aquello planteado en los proyectos educativos?
Cuando se evidencian estas situaciones, da la impresión que en verdad nos hemos quedado detenidos en el tiempo. Han cambiado las formas, las propuestas, pero nuestros hábitos para hacer educación no han cambiado o muy poco han cambiado. Me pregunto también ¿lo mismo ocurrirá con los materiales educativos, con el currículo, con la didáctica y con otros componentes de los procesos pedagógicos?
Una vez más me convenzo que el cambio debe generarse desde la propia convicción del profesional docente, de asumir con plena consciencia que hay que hacer las cosas de una manera diferente para ayudar a crecer al estudiante, que este crecimiento personal en el estudiante no deviene del sometimiento, de solo el esfuerzo físico y del castigo, o ¿será mejor continuar haciendo lo mismo en educación como lo relataban estos estudiantes?