Con regularidad cuando nos sentimos maltratados ante la atención de un profesional o sentimos su indiferencia y frialdad en el trato, nos preguntamos ¿dónde habrá sido formado? ¿si se equivocó de profesión? ¿si su familia no le enseñó acerca del valor de las personas? y cien preguntas más.
Cada vez parece menos soprendente, que ante un médico, abogado, maestro, psicólogo u otro profesional que trate con personas, nos topemos con una persona que contradictoriamente, poco le interesa la persona.
El dolor humano, muy frecuente en los ámbitos de la medicina, parece ser totalmente ajeno al profesional que se formó para tratarlo, para comprenderlo y para recuperarlo. La esencia de las carreras en ciencias de la salud y específicamente la profesión médica y enfermería, es recuperar a la persona, y la persona enferma o doliente, requiere de la atención, de la comprensión de estos profesionales y no sólo de una camilla, de un fármaco para sentirse "bien".
La angustia, el desconcierto y el miedo que lleva a una persona a recurrir a una consulta jurídica o en búsqueda de la justicia, parece no ser comprendida, sino es solo a la luz de un código, de un procedimiento o de un reconocimiento económico.
El desconcierto de un niño que no entiende, que no sabe cómo actuar o responder, que se enfrenta a un mundo ajeno a lo que le es familiar, lejano de sus conocimientos, muchas veces es abandonado por quien debería comprenderlo, atenderlo y lograr en ese niño desconcertado el aprendizaje necesario para comprender lo nuevo.
Tengo la impresión, que muchos de nosotros, profesionales, hemos sido formados para dominar las técnicas, las estrategias, para una correcta aplicación, pero poco hemos recibido para comprender al ser humano, para comprender a la persona como una unidad, como un ser complejo, con su dolor, su historia, sus percepciones y sus sentimientos. Si somos ajenos al dolor, al desconcierto, al desconocimiento, a la angustia humana ¿cómo hacemos entonces para contar con más seres humanos, con más personas que sean más humanas?
Debemos tratarnos como humanos para ser más humanos. Si el profesional no es capaz de re conocer a la persona como humana y no le otorga el valor que se merece por sí misma, entonces estamos casi condenados a perder lo poco que de humanidad todavía tenemos. Este es un llamado a reconsiderar lo que hacemos como profesionales y cómo lo hacemos, es un llamado a reflexionar que hay una urgencia: valorar lo humano como eje de nuestras acciones.